sábado, 26 de mayo de 2012

A ti mi Shailom.

Cuando cumplí 11 años mi papá me llevo de visita al Centro Comercial de el trigal norte, estaba pequeña, recién salida de la escuela básica, justo ese día fue mi "acto de grado" de 6to grado y como también era mi cumpleaños hacia el día aun mas especial, fuimos a comprar la torta en este lugar, cuando llegamos recuerdo mi papá entro a una veterinaria pequeña que allí se encontraba, yo entre con él y me puse a jugar con un cachorro dalmata de manchas y ojos marrones, todo un catire presumido al lado de sus compañeros de ojos y manchas negras, era hermoso y alegre, como la vida misma. Repentinamente mi papa volteo y me dijo que era mio, que era mi regalo especial y que era responsable de él, incluso recuerdo que me hicieron firmar una acta larguísima donde se afirmaba que la salud del canino era mi responsabilidad, fue lo primero por lo que me hice responsable en mi vida.  Salimos de allí con mi cachorro en mano, no lo podía creer, mi papá nunca ha sido dado a los animales esto era un milagro, era mí milagro.

Era tan pequeño y adorable, tengo más fotos de él que de mi misma, así pasaron los años y el cachorro creció, se volvió grande, fuerte, mordió a casi 30 personas, casi todas niños, pero siempre lo hizo sin intensión, realmente era muy nervioso, a los 6 años fue papá y tuvo 12 hermosos cachorros de los que mas nunca volvimos a saber, le dedique mucho tiempo de mi infancia, de mi adolescencia me hizo feliz, solía escapar al rió cerca de casa y llegar embarrialado, lo conocían en más lugares que a mi e incluso llegue a ser conocida como la dueña del perro, fue famoso, alguna vez tuvimos una perra que adoptamos y lo acompaño, pero esta historia no es sobre ella, luego se hizo ya muy grande, ya muy viejo y yo me hice también vieja y ocupada, llegue a dejar a mi cachorro solo todo el día mientras trabajaba y estudiaba y nunca se quejo, los perros tienen esa maravillosa bondad de nunca quejarse de siempre amarte, a ser sincera lo recuerdo y lloro, quizás por eso no quería escribir esta entrada, de pequeña solía pasar con él horas, ahora ya solo lograba pasar minutos y el lo apreciaba como si fuesen días completos, mamá me cuenta que cuando yo salia de viaje el se sentaba en la ventana de mi cuarto y lloraba, quizás lloró así como yo lo hago ahora por él. 

Mas adelante en la vida, llego otro cachorro a casa y vaya que lo ayudo, mi pequeño estaba ya viejo y desgastado, le costaba pararse, las patas traseras le fallaban, estaba flaco y controlaba poco lo que hacia, se que fue mi culpa, se que no lo ame lo suficiente, se que lo deje morir, por eso insisto tanto en decir que somos responsables de lo que domesticamos, realmente somos responsables, un día llegue del trabajo, llegue de noche, me había ido temprano y el cachorro había estado solo todo el día, lo llame y no respondió, me asuste y lo busque, estaba en el suelo en la puerta de la casa, sobre el una escalera, sobre el la llovizna de todo el día, lo agarre lo lave y lo metí a la casa, recuerdo que me reconocía, recuerdo que se alivio al escuchar mi voz, lo recuerdo y me duele el recuerdo. Salí corriendo cuando llego mamá lo monte en el carro y lo internamos en una clínica, fue una semana dolorosa, él era mi responsabilidad estaba escrito, era mi decisión, lo visite y nunca respondió, y no habrá para nada situación más dolorosa que tener que haber pronunciado esas palabras aquel día...

Sí doctora, es hora de dejarlo ir.

A ti mi Shailom, que nunca dejaras de estar en mi corazón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario